Es la ceremonia que da el broche final a los Carnavales a través del conocido entierro de la sardina. A modo de parodia en el cortejo fúnebre se entierra a la difunta sardina, que precedido del párroco y sus monaguillos lo conducen al lugar de su entierro. Las lloronas la siguen junto con todos las personas que se unen al acto. Tras unas palabras de bendición se procede al entierro y nuevamente se regresa al Ayuntamiento.Allí se hace entrega de una sardina a todo el que quiera y a los más pequeños una bolsa de chucherías.
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